Entrevistas
Eliana Manzo – Actriz no vidente
Lo primero que hizo cuando perdió la vista fue ir a un casting.Eliana Manzo convenció a padres y médicos de demorar un día su internación para probar suerte en una obra de teatro.No les contó a los directores de su dificultad y actuó como si viera.Funcionó: la eligieron para el rol protagónico.Ella tenía 18 años y acababa de quedar ciega.
– ¿Ese fue tu debut?
– No.Al día siguiente tuve que internarme y se enteraron de la situación.Yo igual estudié el guión todos los días que estuve en el hospital.Mi ceguera es por una enfermedad neurológica y fue una internación complicada.Cuando salí, me dijeron que habían contratado a otra persona.Les daba miedo que me cayera del escenario o que las luces de enfrente me hicieran mal.
– ¿Te desanimó?
– Me acuerdo que salí llorando.Yo ya había actuado en una publicidad y había hecho una obra con una cooperativa cuando todavía veía algo, a los 15.Le decía a mí mamá: “Las actrices ven y yo no veo”.Ella había escuchado que Lito Cruz estaba haciendo un trabajo en el que integraba actores con discapacidad.Lo llamé por teléfono, le conté mi historia y me invitó a estudiar con él.
– ¿Siempre supiste que querías ser actriz?
– Desde que era chica armaba obras de Navidad y Año Nuevo con todos mis primos.Yo siempre era la protagonista.Somos una familia numerosa: mi mamá es docente y muy artística, siempre nos inculcó eso.Mi papá es ingeniero y nada que ver: de él heredé la exigencia y el deporte.Hasta los 14 integré el equipo de elite de gimnasia artística de la Argentina.
– ¿La enfermedad te obligó a dejar?
– No tuvo que ver con la vista sino con el cansancio.Vivía en el gimnasio, veía más a mis entrenadores que a mis papás.Quería una vida normal, con amigas y pijama partys.Igual, no me alejé mucho.Estudié danza y hoy soy profesora.Conservo un 5 % de visión.Logro enfocarme en los pies de mis alumnas y las corrijo.
– ¿La disciplina deportiva te ayudó en el teatro?
– Es totalmente distinto.La gimnasia no te permite error.Hay q estar en cada detalle, pensando en cada dedo del pie.Como actriz en cambio busco la naturalidad, y en lo natural pasan cosas: la gente estornuda, se tropieza, tose.
– Te liberó…
– Sí.El teatro te permite vivenciar como transitan la vida otras personas.Entender la sociedad.Podés matar y no vas preso.En mi caso, yo en el escenario veo.
Me ayuda haber visto alguna vez.Yo sé lo que es una silla, no me la tengo que imaginar.Nunca hice de ciega, siempre tuve papeles en los que tenía que ver.Y con Lito encontramos truquitos.Pequeñas cosas que el público no nota y me permiten ubicarme en el escenario.
La discapacidad no es no poder hacer las cosas, es hacerlas diferentes.Yo tengo programas que me permiten usar la computadora y el celular.La gente se sorprende, pero yo hasta chateo.Tengo 23 años y en eso soy como todas las chicas de mi edad.
– Te planteaste llevar una vida normal.
En mi casa siempre vivimos así y yo no iba a dejar que la vista me limitara.Con un poco de ayuda, puedo hacer las mismas cosas que los demás.Gracias a una compañera que me dictaba el pizarrón, fui a la facultad y el año pasado me recibí de Técnica en Alimentos.Doy clases de danza y siempre trato de estar en un escenario.Ahora hago una obra de humor, también dirigida por Lito Cruz.Se llama “Caramelos para el viaje” y la estamos haciendo en cárceles: en Ezeiza y en Marcos Paz.
No es que Eliana disimule la ceguera, pero muchas veces nadie la nota.Dice que confía en su cuerpo y que eso le permite moverse libremente, gracias a la ayuda de una perra lazarillo.Pero tanta naturalidad, a veces le juega en contra.
– Cuando subo a los colectivos con mi certificado de discapacidad, no me creen.Hay mucho prejuicio con eso: esperan que seas una persona fea o dejada.Yo soy leonina, no salgo a la calle si no me arreglo.
– ¿Lo hacés sola?
– ¡Hasta me maquillo! Apoyo el delineador en el lagrimal y voy siguiendo el párpado.Lo hago hace años.Soy fanática de la ropa y tengo un placard súper ordenado para poder encontrar fácilmente las prendas.Me encanta ir de compras y siempre llevo a alguna amiga que más o menos sabe lo que me gusta, me hace una preselección y me dice como me queda.
No renuncié a ninguno de los clichés del universo femenino.En mi cuarto tengo un alhajero lleno de collares.Más de cien.Y los elijo al tacto.